sábado, 10 de mayo de 2014

La sombrilla

Hay días en que no sucede lo que esperas. La noche anterior termina de una manera esperanzadora de que al día siguiente todo va a mantenerse así, o incluso, va a ser mejor. Pero cuando amanece, ni siquiera ha salido el sol y te encuentras con un cielo oscuro lleno de agua, y tratas de sacarle lo positivo al momento: haces algo fuera de lo cotidiano con la fe en que "será un excelente día", porque el nuevo que empieza es único.

Las manecillas del reloj se mueven y aún sigue lloviendo. Y como es "lo más lógico" sacas una sombrilla para protegerte del agua. Continuas tu rutina, tus actividades diarias y la vida se equilibra, todo está plano. En el transcurso del día van sucediendo otras situaciones, pero por un sólo descuido, llámalo efecto mariposa, teoría del caso, causa-efecto, o simplemente, llámalo vida, pierdes la sombrilla. Y todo el día se centra en eso. Desmeritas todo lo que te rodea por estar pendiente de un objeto inanimado que puede ser sencillamente reemplazado, y no eres capaz de ver más allá de la nariz.

Por esa concentración, se crean momentos tensos que te hacen perder el equilibrio y entras en una depresión absoluta que no te queda otra opción en aceptar la realidad y adaptarte a estar de esa manera: deprimida.

Intentas buscar el porqué pasó lo que pasó, y es en ese entonces, cuando logras comprender en que tu día no esperado no fue provocado por la sombrilla, sino por ese momento que se salió de lo común cuando comenzó éste.

Luego sale a flote el condicional "si yo hubiera.." y lo haces culpable de todo lo ocurrido. Sin embargo, cuando lo suprimes de tus pensamientos, eres capaz de ver más allá y entiendes lo maravilloso que fue tu día: llovió, se mojan los zapatos, las personas se ríen de lo que pasó, se pierde la sombrilla, sigue la risa, se va la luz, sigue la risa, y finalizas el día compartiendo en la oscuridad en el balcón con un clima frío junto a lo mejor que puedes tener: tu familia.

Hay días en que no resulta como quisieras por simples detalles únicos  que decidiste realizar, pero así es la vida, sólo al final del día, todo lo malo se convierte en momentos imperfectamente perfectos, sólo porque eres adicta a lo impredecible y esperas con ansias las consecuencias, sean buenas o malas sin darle tanta importancia, porque de esa manera haces lo que más te gusta: vivir.

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